Es una historia centenaria –tal vez milenaria– de renacimientos. Como bendecido por la magia de un Fénix, Famalicão da Serra ha resurgido repetidamente de las cenizas (reales o metafóricas) que diezmaron el pueblo desde la época romana (de las cuales aún hoy sobreviven ejemplos de miliarios, aceras y tumbas). Fue bajo bandera portuguesa cuando la ciudad dio las mayores pruebas de resiliencia: primero, en el siglo XII, completamente devastada por las batallas de la Reconquista, la villa fue reconstruida a instancias de D. Sancho II y entregada a los Templarios. ; Más tarde, azotado varias veces por crisis agrícolas, emigración y desertificación, reinventó la economía local, que comenzó a centrarse en la sastrería, la fabricación de calzado y, más recientemente, la industria textil. En la década de 1990, incluso la iglesia principal del siglo XVI fue literalmente consumida por las llamas, pero también acabó siendo reconstruida al cabo de unos años, conservando el altar lateral dorado y algunas imágenes que se salvaron del incendio. ¿Destino o coincidencia? Lo cierto es que, renaciendo más fuerte después de cada caída, Famalicão da Serra es hoy uno de los pueblos más activos del municipio de Guarda, conservando un dinamismo cultural único. Es la población la que sigue el ejemplo de resiliencia plasmado en la leyenda local más antigua. Se cuenta que allí había un crucifijo que luego fue llevado al pueblo vecino de Valhelhas. Inexplicablemente, la cruz insistió en reaparecer en Famalicão da Serra, una y otra vez, en el lugar donde hoy se encuentra el Convento do Bom Jesus, uno de los monumentos de la historia de la resistencia de este pueblo.