Acerca de
Trinta-Meios-Corujeira
Trinta fue el primer pueblo del distrito de Guarda que tuvo electricidad, pero sólo conserva el recuerdo de los días en que fue un importante centro de la industria lanera, con siete fábricas en funcionamiento. Pero los lugareños están decididos a preservar su cultura y organizan festivales como las Jornadas da Lã (en junio), donde se sacan las viejas tijeras de acero para esquilar los rebaños a la antigua usanza. Una oportunidad para conocer las tradiciones de la región, pero también para disfrutar de la belleza de este pueblo y de su vecino, Corujeira, con sus acantilados de granito y sus valles escarpados.
Si "Dios da el frío según la manta", como reza el dicho popular, no habrá habitante de Trinta que sufra los crudos inviernos de la Serra da Estrela. Allí -en la agrupación de aldeas al norte de la sierra- nació la manta portuguesa más cálida, densa y esponjosa: la manta papa.
En la tierra de los pastores, siempre sobra lana en junio, después de esquilar a las ovejas. Y los habitantes de la región sabían cómo aprovecharla, tejiendo mantas "dignas de la cama de un Papa". Durante el proceso, la lana se sumergía en una mezcla de tierra y agua del río Mondego, que formaba una especie de papilla - otra explicación para el origen del nombre.
Y es bajo la iniciativa municipal, en Meios, uno de los pueblos vecinos de Trinta, donde se encuentra el Museo del Tejido (ubicado en una antigua fábrica, cerrada en los años 80), donde -además de exposiciones de collares, sonajeros de oveja y otros productos artesanales- aún se pueden ver telares manuales en funcionamiento.
Pero por estos lares es impensable hablar de la manta de gachas sin contar con la ayuda del vecindario. La Associação do Genuíno Cobertor de Papa de Maçainhas es la organización que mejor cuenta la historia de esta manta. La auténtica manta de papá. Se trata de un esfuerzo colectivo de hombres y mujeres movidos por un espíritu altruista que les ha llevado a mantener abierta una pequeña unidad artesanal que todavía se dedica a producir ¡la auténtica manta! Una rareza que antaño cualquier portugués querría tener en su casa. El pastor, por supuesto, no saldría de casa sin ella.