Alcongosta

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Alcongosta

A quien le gusten las cerezas –y la sabiduría popular dice que no hay quien se resista a ellas– sólo puede amar la Alcongosta. Estamos en la mayor cuna de cerezas de Portugal: ocho mil hectáreas de cultivo que se cubren de flores blancas (rivalizando con las nieves de la Serra da Estrela, justo al lado), en primavera, y de color rojo vivo, en verano. La pasión alcanza su punto máximo anualmente el segundo fin de semana de junio, con el tan esperado (y muy visitado) Festival de la Cereza.
A este fin de semana de celebración de los sabores locales se suma todo un año de trabajo –no siempre bendecido por San Pedro– que no perdona a los alcongostanos. Fruto sensible, la cereza requiere tantos cuidados en el campo como en el exterior, con la preparación de cestas de madera de castaño –suaves y aireadas, para no “dañar” el fruto– que se utilizarán durante la recolección. Al igual que en el cultivo de la fruta, en la fabricación de cestas se requiere una buena dosis de paciencia y rigor para completar la tarea: el trabajo comienza en enero, con la recolección de la madera, y continúa durante meses.
Lo mejor es ver es creer, apreciando el trabajo de los pocos artesanos que, hoy en día, aún sobreviven en el pueblo (y que siguen practicando su oficio con las puertas abiertas, a la vista de todos). Luego, coge tu cesta y sal a descubrir, entre campos y levadas, que abundan en la región. Picnics, paseos en globo, paseos en bicicleta o en tren… no faltan opciones para pasar el tiempo en la tierra de las cerezas. Será imposible volver con la cesta vacía.

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